Romanos 6:22 “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”
Por: Nelly Jácome de Pérez
Como siervos de Dios, nuestra obediencia ya no es al pecado, sino a la justicia que se revela por la fe en Cristo Jesús, (Romanos 6:12-14). Nuestra fidelidad es y será a nuestro Señor y Salvador. El fruto de una vida libertada del pecado, se manifiesta en obediencia, adoración y santidad, a fin de honrar a Dios.
Ya no vivimos bajo el engaño de este mundo que ofrece falsos placeres, ahora conocemos la verdad, ahora conocemos que un mundo de pecado solo produce vergüenza y conduce a la muerte, mientras que Dios al libertarnos del pecado nos trae a una vida de justicia (salvación en Jesucristo), que conduce a la vida eterna.
Como verdaderos siervos de Dios, nuestro interés no está en la vanagloria de este mundo, sino en el reino de Dios y su justicia. En qué están centrados nuestros intereses? Qué estamos enseñando a nuestros hijos? Se dice que la mejor herencia es la educación, no es malo anhelar su superación, pero a costa de eso se ignora la instrucción de las Escrituras dadas por nuestro Dios “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deut. 6:4-7). Estamos equipando a nuestros hijos para que amen a Dios con todo lo que son, para que sirvan a su santo nombre con todas sus facultades? Estamos siendo ejemplo con nuestra vida entera, que nuestro interés es el reino de Dios y su justicia? O estamos interesados en las cosas pasajeras de este mundo?.
Amado Padre Celestial que podamos ser hallados santos ante ti, obedientes a tu Palabra, úsanos como tus instrumentos de justicia, para ser ejemplos vivos de tu gracia, y que jamás presentemos nuestros miembros al pecado, porque somos templo del Espíritu Santo de Dios que habita en nosotros, sellados como tu propiedad, Amén.