Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Es usted un hijo de Dios? Entonces a su nombre hay una gran herencia. Dios no simplemente ha dado alojamiento a los pecadores huérfanos en su casa hasta que sean mejores, aprendan de sus errores, puedan valerse por sí mismos o hasta que descansen un poco, y pudieran seguir su camino. Dios no tomó huéspedes. Dios adoptó hijos y los hizo sus herederos, e hizo para ellos un Camino.
Como hijos de Dios, y herederos del Nuevo Testamento o Pacto de Dios en Cristo con la humanidad, nosotros podemos considerar que toda nuestra documentación está en orden. Y como herederos esto implica privilegios y responsabilidades.
Consideremos primero las responsabilidades. Pablo explica en Romanos 8 que no llegamos a una casa desierta o a un nido vacío. Ya había un Hijo, y él nos abrió la puerta al Padre. Y el Padre nos hizo coherederos del Hijo, para que fuéramos en todo semejantes a él, santos, de un mismo sentir con el Padre y obedientes.
Una de las cualidades de Jesús que se resalta en Romanos 8 es su capacidad para soportar padecimientos con paciencia, que es algo que nosotros también heredamos. Este no es un rasgo genético que puede saltarse en ciertos casos, sino que es una virtud que marca al cristiano. Estamos dispuestos a padecer por causa de Jesús, y así como él, un día seremos glorificados, de tal forma que el dolor pasado no podrá compararse con la gloria eterna.
Para el cristiano, no hay sufrimiento sin gloria, y viceversa. Esa es nuestra herencia, que demuestra la verdadera naturaleza de nuestra relación con Dios. Aquí es necesario que padezcamos, así como un día será necesario que todos los padecimientos terminen, y que inicien los innumerables días de completa gloria.