Romanos 8:30 “Y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó; y a los que justificó, a esos también glorificó”.
Por: Daniel Mora Jiménez.
Desde el inicio del plan de redención podemos ver el inmenso amor de Cristo por nosotros, y aquel amor nos lleva por un proceso, nos lleva a vivir un orden de salvación, en el cual iniciamos con aquella fe salvadora, poniendo nuestra mirada en Cristo y al mensaje de su evangelio. Pero aquello hermoso que inició en nosotros, aquella buena obra que Dios hizo en mí y en usted, tenga la seguridad que Él será fiel en llevarla a su cumplimiento y esto es la glorificación del creyente.
En toda esta carrera de la fe el cristiano vive muchas batallas, puesto que en su corazón habrá un anhelo por agradar a Dios, pero paralelamente a ello, hay un deseo de la carne que aún lo puede llevar a pecar; sin embargo, el cristiano debe recordar que no está solo en esta batalla. Nuestro Señor Jesucristo en su gran amor, nos dejó al Espíritu Santo para que podamos resistir todo ataque del mal y vivamos una vida de santidad. Esta glorificación está ligada con la venida de Cristo, por lo cual, en este momento escatológico la vida del cristiano ha sido perfeccionada por causa de la obra que el Espíritu Santo a realizado en él. Por tanto, todo aquel que ha sido llevado por su guía, su único deseo será lo que el Apóstol Juan escribe en Apocalipsis 22:17 “Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven…”. Recordemos, al ser reconciliados con el Padre, por medio de Cristo, hemos sido insertados a una esperanza de vida eterna, la cual no se dará en esta tierra; somos extranjeros, y como extraños en esta tierra debemos anhelar nuestro regreso a la patria celestial.