Salmo 119:32 Por el camino de tus mandamientos correré, porque tú ensancharás mi corazón.
Por: Daniel Mora Jiménez.
En Romanos 3:23 observamos un terrible escenario, pues nos revela que por causa de nuestro pecado estamos destituidos o separados de la gloria de Dios, en oscuridad absoluta. Dios nos muestra por medio de su Palabra, que las tinieblas no tienen comunión con Él, por ello el salmista en esta cuarta sección reconoce su condición de pecador y lo tan necesitado que se encuentra de ser vivificado por su Palabra.
Debemos tener muy en cuenta de que el proceso de arrepentimiento, conversión y obediencia a Dios no se produce en cualquier corazón, puesto que todos aquellos que no reconocen a Dios, no le glorifican y se conducen conforme a sus propios razonamientos, tienen un corazón oscurecido en el cual no existe luz alguna, puesto que todos estos viven en la práctica del pecado, constituyéndose en enemigos de Dios, a quien “no quieren, ni pueden obedecerle”.
Pero a pesar de esta condición del hombre, ¡No todo está perdido!, pues para Dios no hay nada imposible, si reconocemos nuestro pecado alcanzaremos la misericordia de Dios, quitándonos toda oscuridad para ser llevados a su luz admirable, siendo regenerados mediante la obra del Espíritu Santo. Recordemos que aunque nuestros pecados sean como la grana, nuestro Señor Jesucristo nos hará blancos como la nieve; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana seremos, y todo esto por amor de su nombre.
En este día meditemos cómo se encuentra nuestro corazón, pues si queremos obedecer a Dios tenemos que ser transformados, renovando nuestra manera de pensar para comprobar la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.