Salmo 18:30 “En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová; Escudo es a todos los que en él esperan”.
Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez
A diferencia de las personas Dios no cambia, el sigue siendo el mismo Dios todopoderoso creador de los cielos y la tierra. Al pensar en perfección podemos pensar en algo que no tiene necesidad de cambio, algo que permanece estable, algo que no necesita ser complementado porque está completo. Ese es Dios, ese es nuestro Dios. Tenemos el gran privilegio de poder gozar de un Dios que es perfecto para con nosotros, podemos confiar en el sabiendo que sus promesas y sus bendiciones, que sus deseos y su voluntad siempre trazaran un bien para nuestras vidas. En cambio, los caminos del hombre son torcidos e inestables, no se puede permanecer seguro en ellos, solamente en Dios.
El Crisol es un utensilio utilizado para muchos propósitos siendo el principal de ellos purificar especialmente lo que son los metales preciosos. La Palabra de Dios es pura. No necesita ser procesada, porque su fuente es pura, Dios es puro y su palabra siempre llevará al hombre a vivir una vida purificada del pecado de este mundo. Los consejos del hombre pueden que sean buenos, o incluso atractivos, pueden que sean prácticos, pero nunca llegarán al nivel de perfección de la Palabra de Dios.
Un escudo protege de ataques y de cualquier cosa que pueda perjudicar o hacer algún tipo de daño a una persona. Dios es nuestro escudo, Él es quien puede protegernos realmente. No hacemos a Dios un escudo con tomarlo como un amuleto que llevemos siempre con nosotros. El mismo se convierte en nuestro escudo cuando nosotros abracemos su Palabra y sus consejos y comencemos a seguirle en obediencia y guardemos y practiquemos su Palabra.
En consecuencia, podemos decir que Dios es todo lo que nuestras vidas necesitan. Él es toda perfección, toda pureza, toda protección porque Él es un Dios perfecto en sus caminos, justo con sus hijos y amoroso y bondadoso con aquellos que le sigan día tras día fielmente obedeciendo a sus mandamientos, Amén.