Salmos 101:6 “Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; El que ande en el camino de la perfección, éste me servirá”.
Por: Marianella Layana de Jácome
Dice en la Palabra de Dios que el amor: “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser “(1 Corintios 13:7-8). Fe, esperanza y amor de estos tres el mayor es el amor. El amor es el vínculo perfecto y nada de lo que hagamos puede estar separado del amor. La fidelidad verdadera va ligada al amor.
Toda relación necesita de un conocimiento mutuo, confianza, y cuando esto se da, provoca una dependencia, que es lo que ocurre o que debería ocurrir en una relación entre padres e hijos, entre esposos, entre hermanos, pero por sobre todo debe ocurrir entre Dios y nosotros sus hijos. La infidelidad o deslealtad no solo es la ausencia de respeto, sino de amor. La fidelidad es una práctica que se fortalece con el compromiso y responsabilidad hacia Dios y su Palabra, pero esto no se limita solo a lo divino, sino que debe ser a todo nivel, en todos los ámbitos de nuestra vida.
La fidelidad es el resultado de una sólida vida espiritual, basada en el amor a Dios. El que persevera en fidelidad persevera en el amor. Si somos íntegros, Dios pondrá sus ojos sobre cada uno, nos recompensará, nos cuidará y nunca nos abandonará, sino más bien nos promete una permanencia a su lado. Él siempre permanece fiel. Que hermoso es saber que los ojos de Jehová están puestos en quienes lo aman y son fieles.