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Salmos 18:49: “Por tanto yo te confesaré entre las naciones, oh Jehová, Y cantaré a tu nombre”.

Por: Marianella Layana de Jácome.

Muchos de nosotros hemos tenido la oportunidad de experimentar esa maravillosa fidelidad de Dios, sentir su cuidado, su protección, es algo tan reconfortante, saber que no estamos solos, que siempre está atento a nuestras necesidades. En este salmo se expresa un cántico de gratitud por parte de David, ya que Dios lo cuido y lo rescató cuando estaba en peligro, lo liberó de todos sus enemigos, lo liberó de Saúl.    Como respuesta a esto el rey David levanta un cántico de alabanza.

Dios es el dueño y Señor de nuestra vida, es quien hace todo.  Muchas veces somos autosuficientes o soberbios y nos cuesta entender y aceptar esta gran verdad. Pero justo en los momentos más difíciles cuando tal vez nos sentimos débiles, nos sentimos solos y afligidos es el momento en que nuestro orgullo es confrontado por la soberanía de Dios.  

¿Qué hacemos nosotros cuando reconocemos lo que Dios hace con nosotros en medio de las dificultades? ¿Le estamos dando la gloria y la honra? Cuando reconocemos que no son nuestras habilidades las que nos sostienen durante la vida, sino el cuidado fiel de un Padre amoroso, somos motivados a dar gracias y a alabar y nos convertimos en esos siervos fieles y llenos de gratitud a nuestro Dios. 

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