Salmos 42:11 “¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío”.
Por: David Agustín Pérez Vera
Que necesario es alentar a los demás en el día a día y tal vez esto no sea nada fácil, pero, hay algo más difícil y un poco dificultoso, y es alentarnos a nosotros mismos en los momentos que no hay nadie que lo haga, en los tiempos que nos sentimos desconsolados, tristes, abatidos, solos y que nadie nos comprende, es allí donde juega un papel importante cuál es la esperanza que descansa en nuestra vida.
Hoy el Eterno nos trae este hermoso y exquisito refrigerio donde nos debemos preguntar y exclamar “porque te abates y porque te turbas alma mía” como lo hizo el salmista David, y como cientos de hijos de Dios lo han hecho en algún momento de su vida; quizás tengamos sentimientos de incertidumbre, de desánimo, de desconcierto y nuestro interior ha entrado en una crisis la cual ha oprimido nuestra alma y nos sentimos inquietos y preocupados, ya sea por una noticia que nos dieron la cual no fue muy agradable, por alguien que nos ofendió, defraudó o traicionó, o talvez, por metas que no hemos alcanzado en lo personal, o por cosas a las cuales no sabemos cómo darle solución.
Ante esto, la mejor manera para que nuestra alma se levante de ese estado en el cual hemos caído, es recordando que el Eterno es nuestro Salvador y que es necesario que esperemos y permanezcamos en Él. El señor Jesús un día manifestó en Juan 15:5c “porque separados de mí nada podéis hacer”. Recordemos en este día que sólo Jesús hace que: nuestra vida cambie de rumbo, sea transformada, sanada, salvada, motivada, por cuanto, es nuestra fuente de Vida y por tal razón no podemos estar lejos de Él, Jesús lo es todo y es a quien más necesitamos en esta vida.
Aferrarnos en tiempos de depresión o angustia, a una relación sentimental, dinero, placeres o cualquier tipo de vicios, sólo será un consuelo pasajero, ya que una vez que pasa el efecto de lo que hicieron, se apodera un vacío y una depresión más fuerte que al inicio. La salvación sólo viene del Eterno y por lo tanto debemos buscar Su presencia, leer Su Santa Palabra y mantener así una vida de comunión por medio de oración constante.
Hoy digamos a viva voz al Eterno y Soberano Dios, Tú eres mi Salvador, mi Sanador, mi Proveedor, por ello, sólo confiare y esperaré en ti mi Señor Jesús. Shalom.