Salmos 51:17 “Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
Todo verdadero hijo de Dios tiene bien grabadas en la retina de su memoria, algunas escenas de su vida que marcaron un punto de reflexión en su transitar espiritual. Esto podría ser por una palabra, una frase, una oración, una predicación, una noche, un amanecer, un accidente, o lo que fuere, es decir, todos tenemos algo que nos impresionó o marco para siempre.
Ante el presente contexto es hermoso y significativo ver la devoción de un siervo de Dios sincero, a pesar de toda la influencia que el pecado puede producir en nuestras vidas. Vemos a un David que describe los fines que unen al siervo y al Señor en una verdadera y fructífera relación de intimidad. Esto nos pone de frente, por un lado, un Dios y Padre misericordioso y atento, con un inmenso deseo de bendecir a los que se acercan a Él, sin distinción ni reservas, Gloria a Dios por ello. Por otro lado, hay un humilde y arrepentido servidor que desea ardientemente presentarse y ser recibido por este Dios Benevolente. Siendo consciente que para esto no se requiere: dinero, bienes, cultura, belleza, posición social, es decir, ¡nada!. Nada de nada importa, cuando estamos delante del Eterno.
El Eterno sabe lo que hay dentro de cada corazón de los que se acercan a Él y no desprecia jamás a los sinceros, no hay manera de fingir o engañarlo, el hombre que piensa que está haciendo algo en su relación con Dios, y no lo hace sinceramente, pierde el tiempo y la oportunidad de vivir con Él la bendición de la comunión espiritual capaz de completarnos.
En tal sentido, David nos enseña por medio de esta maravillosa experiencia de su relación con el Señor, que la humildad nos acerca al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque expresa nuestra sumisión y dependencia a Él. Cuando tú y yo, pensamos que sabemos todo, nos llenamos de orgullo y hacemos lo que queremos, trayendo ceguera espiritual y caos a nuestras vidas. Comenzamos a confiar en nuestras fuerzas y a tomar decisiones sin consultar antes con Dios en oración. Definitivamente necesitamos crecer en humildad, pues el Eterno sabe lo que es mejor para nosotros. Por cuanto, al obedecerle disfrutaremos a su diestra de su plenitud y delicias para siempre, Shalom.