Santiago 1:22 “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.
Escrito por: Dayami González López.
Imaginemos por un momento a un adolescente cuya madre, antes de salir de casa, le deja la indicación de arreglar la mesa donde estudia. El adolescente se aprende de memoria la indicación de la mamá; la escribe en un cuaderno; reúne a unos amigos y les comparte lo asertiva que es su mamá por tener esas buenas decisiones; hace un post en una red social y coloca un letrero frente a la casa con las indicaciones dadas por la madre. Pero cuando la madre llega a la casa, se encuentra con la misma mesa desordenada.
Leemos esta historia y parecería un chiste; pensamos ¿A quién se le ocurriría actuar de esa manera? ¿Cómo pudo no entender que lo único que quería su mamá era que cumpliera con la indicación de organizar la mesa?.
Pero, ¿acaso no somos a veces nosotros así con La Palabra de Dios?. La leemos, la conocemos, la comentamos con otros en forma de predicas y enseñanzas, pero no siempre la vivimos.
Si vemos la historia desde la posición de la madre, podemos estar seguros que ella hubiera preferido que se cumpliera lo que indicó, antes que todo debate sobre el tema.
El texto de Santiago nos recuerda acerca del peligro que corremos cuando sólo, oímos La Palabra, pues nos da una falsa creencia de que estamos haciendo bien las cosas y nos engañamos a nosotros mismos.
No podemos aspirar a tener vidas espirituales fuertes y saludables, si no vivimos La Palabra de Dios en nuestras vidas y obedecemos.