Santiago 3:18 “Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Este año, hay en el mundo 22 conflictos clasificados como guerras. Un refrán dice: sembraron vientos y cosecharán tempestades. El libro de Oseas lo dice así acerca de Israel y Samaria en ese tiempo (siglo VIII a. C.): “Porque sembraron viento, y torbellino segarán” (8:7). Las guerras tienen origen en la injusticia y la codicia que crean resentimiento, odio y venganza. No terminan porque es un ciclo de levantar la mano el uno contra el otro y luego recibir las consecuencias.
En cambio, en el reino de Dios, los hijos dan fruto de justicia y de paz, y siembran estas semillas para luego cosecharlas. Y esto nos muestra que este estado, al que bien podríamos llamar seguridad, no nace espontáneamente del suelo, sino que se construye, es producto de una labor diaria. La justicia se siembra todos los días. La paz se hace llevando una vida regida por la regla de oro: “Haz a los demás todo lo que quieras que te hagan a ti. Esa es la esencia de todo lo que se enseña en la ley y en los profetas” (Mateo 7:12).
Jesús puso en positivo la recomendación de no hacerles a los demás lo que no nos gustaría que nos hagan. Para vivir en paz no alcanza solo con abstenerse de hacer el mal, es necesario hacer el bien y lo que es justo con el prójimo todos los días, para que lo que cosechemos ahora y en el futuro sea el fruto de esa bondad.
Nuestro país en este momento necesita una gran dosis de paz, y esta no se conseguirá con métodos de pacificación forzosa, es decir, dotar de más armas a las fuerzas del orden para que salgan a las calles. La iglesia de Cristo ha de cumplir activamente la gran comisión, en aras de sembrar el precioso evangelio de Jesucristo, construyendo activamente el reino de Dios en la tierra, con Su justicia y paz. Solo entonces veremos frutos a corto, mediano y largo plazo. Pensemos, ¿Qué nos gustaría que hicieran con nosotros, que podemos hacerlo con alguien más hoy?.