Estamos Ubicados en:
Ximena 421 y Padre Solano,
info@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216
Berajot
berajot@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216

Santiago 3:9-10 Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.

Escrito Por Dayse Villegas Zambrano

Cuando la comunicación no es buena, aparecen ciertas malezas en los lugares desatendidos. El chisme es una de ellas. La maledicencia es otra. La jactancia también se hace presente. 

Las personas que esparcen rumores, que descargan su furia o descontento con maldiciones o que presumen públicamente de lo que hacen, tienen o son, creen que están comunicando algo, que esas son formas de expresarse. Pero en realidad están usando sus palabras para hacer daño. 

La diferencia entre estos fenómenos y la comunicación es que aquellos buscan gratificación inmediata a través de dañar a alguien, y finalmente resultan en división; pero la comunicación busca llevarnos a algo superior, a la comunión, al compañerismo espiritual o como dice el nuevo testamento, a la koinonía. 

Santiago advierte de entrada que si alguien pudiera dominar su lengua sería el cristiano perfecto, pero como ninguno de nosotros está en esa categoría, el dominio propio es un aspecto del carácter en el que tenemos que trabajar y crecer todos los días, como individuos y como comunidad. 

De hecho, Santiago dice que la lengua es un arma venenosa, contaminante e irrefrenable. Es más que un defecto menor que podríamos sobrellevar entre todos. Es un enemigo interno, y debemos admitirlo y reconocerlo para poder enfrentarlo. Santiago no se excusa a sí mismo. Dice: “Porque todos ofendemos muchas veces”. Hace notar la duplicidad de usar nuestras palabras para bendecir a Dios y luego para destruir a un ser humano, hermano de la iglesia o no, hecho a la semejanza de Dios. 

Santiago no deja ningún cabo suelto en esta enseñanza, y sin embargo, en esta parte su tono que usualmente es fuerte y decidido se vuelve humilde y hasta suplicante. “Hermanos míos, esto no debe ser así”. 

Propongámonos que no sea así. Ayudémonos en esto, pues el chisme, la maledicencia y la jactancia no llegan muy lejos solos, necesitan complicidad, audiencia y coro para sentirse realizados. Podemos hacerlo, podemos crecer un poco todos los días, crear entre nosotros un hábito de comunicación abierta, nunca confiarnos de que ya dominamos el asunto, y mantenernos alertas.

Usamos cookies para una mejor experiencia de usuario.