Santiago 4:16-17 Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
Hay una cosa cierta, que nos reuniremos con el Señor pronto. O él viene a nosotros o nosotros vamos a él, lo que suceda primero. La iglesia que está consciente de esto vive preparada, vigilante, el día a día, haciendo lo necesario y sin llenarse de cargas.
Hacer planes a largo plazo no es, en sí, algo malo. Hacer cualquier plan a cualquier plazo sin tener en cuenta la voluntad de Dios es tentar al fracaso. “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. Todo lo que ocurre en nuestras vidas debe ser si el Señor quiere.
¿Y si él no quiere? ¿Podemos salirnos con la nuestra y ejecutar alguno de nuestros planes sin enojarlo? A veces parecería que sí, pues ya nos hemos salido con la nuestra muchas veces. Y como no pasa nada, empezamos a creer que así es el juego. Teniendo tantas cosas que hacer, Dios no puede estar prestándonos atención todo el tiempo, ¿o sí?
Abusamos de esta manera del trato misericordioso de Dios, quien es lento en enojarse y de larga paciencia. Y empezamos a planificar nuestra vida sin él. El próximo año, nos iremos. Trabajaremos. Ganaremos. Y tal vez volveremos.
Cuando queremos crecer por nuestra cuenta, no contamos con que Dios tiene sus propios planes y que el mundo no gira alrededor de nosotros. Nos ocurrió durante la pandemia, cuántos planes quedaron detenidos durante meses o años, y otros quedaron sin cumplir. “No sabéis lo que será mañana”.
Y por eso debemos crecer en otro aspecto, en nuestra búsqueda de la voluntad de Dios y en nuestra conciencia de que no estamos aquí para siempre ni para complacernos exclusivamente a nosotros mismos. De que somos parte de algo mayor, algo eterno. Y que nuestro paso por este mundo no puede ser como el de la neblina, que desaparece sin dejar huella, sino que debe estar enfocado a hacer lo bueno. En este día, hagamos un alto. Cambiemos nuestros planes por los de Dios.