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Santiago 5:13-14 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

Por: Dayse Villegas Zambrano

Oración, alabanza y sanidad son tres aspectos que para los creyentes deberían ser tan naturales como respirar. Deben formar parte de nuestra experiencia diaria. Santiago habla de ellas como si fuera lo más fácil, y que nosotros lo consideremos difícil habla de lo mucho que nos falta por crecer. 

Es que no hay tiempo de orar. Falso. Es que no hay ocasión de alabar. Tampoco es así. Es que no hay las facilidades para visitar a los enfermos e interceder por ellos. Santiago no acepta esas explicaciones. La dinámica eclesial no puede saltarse estos pasos. 

Parece una locura no orar en medio de las aflicciones, y sin embargo, muchas personas creyentes que están en tristeza no encuentran las fuerzas para orar o se dan por vencidas antes de intentarlo. 

Y la alegría, que debería producir agradecimiento, a veces es asumida por nosotros como algo que nos merecemos, y la disfrutamos sin siquiera un pensamiento para reconocer a Dios. Estamos llenos de vida, alimento, ropa, vivienda, familia, trabajo y otras comodidades que damos por sentado y no nos maravillamos de que hoy nos levantamos por nuestro propio pie, sino que nos quejamos por tener que levantarnos.

En ese egoísmo tanto en la tristeza como en la alegría, ¿cuándo tendremos la disposición de desacomodarnos para ir a bendecir a alguien que está sufriendo, como un enfermo?  

Necesitamos volver a conectarnos con las disciplinas básicas de oración y alabanza para desprendernos del yo y ser llevados por Dios al servicio a los demás. Un servicio sin lo anterior no tiene sentido. 

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