Una iglesia que persevera en la semejanza de Jesucristo: Mateo 3:15 “Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
El evangelio de Mateo es, en el Nuevo Testamento, la entrada a los evangelios. Es el relato que muestra cómo Jesús vino a establecer el reino de Dios en la tierra, y a enseñarnos cómo es ese reino.
Mucha de la gente del tiempo de Jesús esperaba que el Mesías llegase a la manera de un rey. Anunciado por heraldos y trompetas, a caballo, con la espada en la mano, al frente de un ejército. Pero la primera vez que Mateo nos presenta a Jesús adulto es como un ciudadano de a pie, viajando desde Galilea al Jordán, en el día de su bautismo.
Jesús llega distinto a la grandiosa visión que Juan acababa de anunciarles a los judíos. “El que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:11-12). Jesús llega a pedirle a Juan que lo bautice. Juan, siendo más que un profeta (Mateo 11:9), se resiste. “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Juan 3:14). La respuesta de Jesús es nuestra revelación de hoy. “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”.
A menudo, cuando deseamos que se haga justicia, imaginamos a una figura de autoridad impartiéndola sobre los demás en forma de castigo y recompensa. Jesús perfeccionó esa idea al empezar su ministerio. Un día habrá castigos y recompensas. Pero aquí y ahora nuestra misión es vivir justamente. Jesús se presenta como el que viene a cumplir la justicia, toda justicia, en su propia vida, en su propia persona. Y aunque empezó solo, ese día en el Jordán, él ya no está solo en este cometido. Jesús dice: ‘Cumplamos’, involucrando a Juan en esta nueva manera de vivir. Jesús dice: ‘Cumplamos’, y nos involucra a nosotros.
Desde el día en que nos bautizamos en Cristo, emergimos a un modo de vida justo y piadoso, en el que no esperamos a que la justicia ocurra de repente en el mundo, sino que colaboramos con el Rey (1 Corintios 3:9), perseverando en el ejemplo de Cristo, buscando primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).