Una iglesia crece y se multiplica en el amor de Dios, ¡Crezcamos en amor! – Génesis 35:1 Levántate y sube hacia Betel.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
En el inicio de este nuevo año, leamos una historia de inicios. Hasta antes de este capítulo de Génesis, la vida de Jacob, hijo de Isaac, ha sido de reveses. Es un segundo hijo tratando de tomar el lugar del hermano mayor, engañando a sus seres queridos y siendo engañado por sus seres queridos, exiliado, huyendo de las consecuencias. Jacob es alguien que quiere crecer por su propia astucia, y que cuando se encuentra en persona con Dios, quiere obtener de él una bendición a la fuerza (Gn. 32:26).
Y la obtiene. Solo que no será a su manera. ¿Qué bendición esperaba Jacob? Poder, territorio, descendencia, influencia, no lo sabemos. Pero vemos lo que recibe: una transformación. La primera fase del cambio es su nombre. Israel, el que persevera o lucha sin cansarse con Dios y con los hombres, y prevalece, pues como él mismo reconoce, no muere en el intento (Gn. 32:30).
Es solo el primer paso. Jacob tiene la garantía de que será bendecido. Ahora le falta crecer a la altura de esa promesa y de ese nuevo nombre. No vemos que desde allí todo le vaya bien. Le esperan nuevos temores y amarguras con los que más ama, su hermano y sus hijos. Sin embargo, Jacob ha emprendido un viaje de retorno a su tierra y a su Dios, el Dios de sus padres (Gn. 33:20). Cruza el Jordán. Sufre una conmoción familiar que amenaza con destruirlo (34:30). Y en ese momento, Dios le dice: Levántate y sube a Betel. O en español: Levántate y sube a la casa de Dios. Quédate a vivir allí y haz un altar a Dios.
Esta es la segunda fase del verdadero crecimiento de Jacob, y allí nos detendremos para pensar. ¿Cuál es nuestra idea del crecimiento? Un mejor negocio, una casa más grande, hijos sanos y brillantes, un nombre reconocido. Olvidemos eso por un momento y pensemos en la transformación de un hombre cuyas fortalezas e inteligencia solo le causaron soledad, temor y dolor. Porque luchaba solo, hasta el cansancio, sin soltar, pero no contaba con Dios hasta que Dios le salió al encuentro (Gn. 32:24) y propició el cambio.
Como a Jacob, Dios nos sale al encuentro en Jesús para transformarnos y así dejarnos aptos para el verdadero crecimiento. Un nuevo nombre, un nuevo comienzo es posible solo por el amor de Dios. ¿Por dónde empezar? Usando una de las palabras preferidas por Jesús: “Levántate”. Ven al encuentro con Dios. Ven a la casa de Dios. Quédate a vivir en la presencia de Dios. Haz un altar para él en tu vida.