Efesios 5:25-27 “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”.
Escrito Por: Ps. David Pérez Vera
Amados hermanos y amigos, hoy se nos presenta una de las analogías más hermosas, al tener un cuadro comparativo de Jesucristo con la iglesia frente el matrimonio de un hombre con una mujer. En tal sentido preguntémonos, ¿Tú has visto la medida de la obediencia? Ahora escucha la medida del amor. ¿Quieres que tu esposa te obedezca, como la Iglesia debe obedecer a Cristo? Tened, pues, solicitud por ella, como Cristo la tuvo por la Iglesia, Efesios 5:23 “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”; siendo necesario dar tu vida por ella, o soportar cualquier otro sufrimiento, y si sufrís así, ni así, hacéis lo que Cristo ha hecho por Su novia.
Que amor, que se nos enseña a través de lo que Cristo hizo por Su Iglesia, Su novia, porque dice claramente la Palabra de Dios que Cristo “se entregó por ella”. La relación de la Iglesia con Cristo es el fundamento de la dignificación de la mujer en medio de una sociedad que históricamente la despojo de su esencia, como objeto sin valor, y sólo Cristo era capaz, por medio de sus enseñanzas resarcir el daño hecho por el pecado del hombre en contra de toda mujer, que vivió subyugada por las tradiciones de hombres.
Al final del día, toda esta enseñanza es para demostrar que tal entrega tenía un propósito maravilloso, y es la santificación, es decir, consagrarla a Dios. En este marco, se nos presenta las palabras de nuestro Redentor en Juan 17:19 “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”.
Resultado de lo antes mencionado, es que la santidad y la gloria son inseparables. La limpieza es el preliminar de ambos. La santidad es gloria interna, la gloria es la santidad que brilla. Es Cristo quien prepara a la Iglesia con los ornamentos de la gracia, para presentarse a Sí mismo en Su venida nuevamente como Esposo. Con todo ello, esta novia que nos presenta la Palabra, es la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo, por la cual nuestro Salvador viene pronto, y ella debe estar sin mancha. Para ello, tu y yo debemos de vivir, vidas consagradas y en obediencia haciendo la voluntad del Padre, considerando que para esto, nuestro testimonio debe ser, el que agrade a nuestro Padre Celestial. Vivamos de tal manera que nos presentémonos como obreros aprobados al Eterno.
Shalom, Cristo viene pronto.