Génesis 35:3
Levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
Jacob no vuelve a Canaán solo. De él depende una familia de cuatro mujeres y doce hijos, más sus nietos y acompañantes. Una familia formada lejos de casa, con costumbres no hebreas, entre otras cosas, con otros dioses. Jacob continúa su transformación con su familia. Les pide que eliminen las estatuillas o símbolos de dioses extranjeros, e incluso que se cambien de ropa para subir a Betel, casa de Dios, el único que le ha respondido en su momento de aflicción y que ha estado con él en el camino. Una vez que hacen esto, hay un giro en esta familia, que viajaba atemorizada y vulnerable. “Y salieron, y el terror de Dios estuvo sobre las ciudades que había en sus alrededores, y no persiguieron a los hijos de Jacob”. Génesis 35:5.
Esta es la siguiente evidencia de la transformación y crecimiento de Jacob. Si va a subir al lugar de Dios y si va a hacer un altar, no irá cargando las estatuillas del pasado. No llevará escondido en el equipaje ni en la ropa de la familia un símbolo de dioses que no estuvieron con él en su hora de angustia. Y no irá solo. Él dice a su familia: “Levántense. Subamos”.
Detengámonos una vez más para reflexionar. Cuando pensamos en la iglesia, pensamos en una familia compuesta de familias. La salvación es un asunto personal que tarde o temprano se vuelve familiar. “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa”. La salvación crece y se multiplica desde el núcleo familiar. La fe se comparte en casa. Cuando uno en la familia es transformado, no irá solo. Se convertirá en un líder. Dirá: “Subamos”. Así es como iremos a la Luz, “con todo el pueblo que nos acompaña” (Gn. 35:6). Y se notará. Alrededor, las personas podrán percibir la presencia de Dios entre nosotros.
Liderar este crecimiento en la familia es una obra de amor. Dejarlos atrás mientras uno solo busca la luz es algo que Jacob no hubiese considerado. Él recibió la bendición y abrió bien la puerta para hacer pasar a su familia y allegados consigo. Fue el primero en ver la luz y no corrió hacia ella a solas, sino que fue con los suyos, como el carcelero de Filipos. Cuando pensamos en crecimiento, visualizamos el evangelismo explosivo, en la calle, al extraño. Jacob miró primero a su alrededor, a los poco o nada ‘evangelizados’ de su casa. Al estar en familia, multipliquemos. Usemos el plural. Limpiémonos. Levantémonos. Subamos.