Génesis 35:15
Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar donde Dios había hablado con él, Bet-el.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
No sabemos cuáles serían exactamente los planes de Jacob a volver a su tierra. Tal vez él tampoco lo tenía claro, solo sabía que estaba siguiendo una orden de Dios y una promesa de bendición para él y su familia. A pesar de sus dudas (note que sigue llamándose Jacob) tenía la visión suficiente para entender que lo que más le convenía era seguir ese llamado.
En Betel, casa de luz, Jacob aprende más acerca de lo que Dios quiere para él y su familia, un tipo de prosperidad que él y sus antepasados no han conocido. Son apenas un conjunto de pequeñas tribus nómadas. Y son parte de una historia que empezó con Abraham y que continuará con sus descendientes, a través de los siglos. “Crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos”.
El crecimiento requiere visión, la manera en que pensamos en el futuro. Si usted pone en el buscador ‘visión de crecimiento’ encontrará libros y cursos de negocios, márketing, administración, educación y superación personal. No se agobie si le parece demasiada información. La buena noticia es que Dios ya tiene una visión de crecimiento para usted, un propósito y un futuro, un designio de bien. Y le da a usted la oportunidad de vivir de acuerdo a ese diseño.
Usted puede hacer como Jacob, y seguir aferrándose a vestigios del pasado. Un nombre, un perfil, una reputación o ciertos souvenirs escondidos bajo un árbol fácilmente reconocible (Gn. 35:4). Dar un giro puede tomarle algunos capítulos de su vida, como le pasó a Saulo, que pasó a ser Pablo en su primer viaje misionero (Hechos 13:9). O puede abrazar su nueva identidad como el impetuoso Pedro, que no dudó en llamarse ‘piedra’ desde el día en que fue renombrado por Jesús (Juan 1:42). Qué bueno que el crecimiento depende de Dios, quien es realmente paciente (1 Corintios 3:6-7); su visión para nosotros es en grande y a largo plazo. “Jehová cumplirá su propósito en mí; tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; no desampares la obra de tus manos”. Salmos 138:8.