Romanos 12:9
El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
El crecimiento de la iglesia se mide también en amor. Cuando hay amor en la iglesia, Dios será capaz de pesarlo, y la gente podrá percibirlo, verlo en acción, sentirlo en la atención de sus necesidades.
Cuando no hay amor, también se siente en forma de la frialdad, el prolongado silencio, la desconexión en el saludo, el desinterés. O aún más, como dice el apóstol, en el fingimiento, cuando el amor se vuelve una actuación, un espectáculo bien organizado, pero sin sustancia.
Nuestros afectos deben estar bien marcados y ser sinceros. Tanto lo que aborrecemos como aquello a lo cual nos aferramos. ¿Y qué es lo que perseguimos? Primeramente, lo bueno, lo verdadero, lo correcto. Y el bien de nuestros hermanos, de la manera en que lo hacemos con nuestra familia.
Todavía hay más. Este amor entre hermanos es correcto, es sano, es sincero y es preferencial. El amor preferencial no es adulador. Es capaz de decir la verdad y de hacer justicia a la virtud del otro. La diferencia entre la adulación y el honor, es que la primera exagera, y para eso tiene que faltar a la verdad. El honor no tiene ese problema, porque da lo que es justo (Romanos 13:7).
Cuando se trata de dar honor a alguien, el amor pone primero al hermano, porque a sus ojos, es valioso. No es que neguemos nuestro propio valor. Pero cuando cada uno está dispuesto a preferir a los demás, todos recibimos un trato honorable.