Romanos 12:19
No os venguéis vosotros mismos.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
La paciencia trae crecimiento. Cuando Dios habla de su ira, lo hace así: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:6-7).
Contrario al pensamiento general, de que Dios se descontrola en su enojo y lanza fuego a discreción, la ira de Dios es lenta. Considera todas las variables. Espera a ver señales de arrepentimiento para poder perdonar. No significa que es indulgente, sino que llega en el tiempo justo. Tanto, que el humano vengativo se exaspera. Como el el salmo 13, en que el autor le pregunta a Dios: ¿Hasta cuándo?
Dios es diferente de nosotros, que cuando nos airamos, queremos tomar acción inmediatamente, en medio de nuestro furor, cuando el organismo dispara hormonas que nos aceleran el corazón; acciones de las cuales después nos arrepentimos. Entonces es mejor dejar que haga justicia el que sabe hacerla.
Jonás conocía muy bien este aspecto de Dios, pero no estaba impresionado esa forma de hacer justicia: advirtiendo y dando tiempo para que la gente se arrepienta. “Sabía yo que tú eres un Dios clemente y compasivo, lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas” (Jonás 4:2, LBLA). Cuando actuamos por nuestra cuenta, como Jonás, estamos impidiendo la justicia a la manera de Dios, que es lenta, misericordiosa… y certera.