Estamos Ubicados en:
Ximena 421 y Padre Solano,
info@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216
Berajot
berajot@pibguayaquil.com
Fono: +593 98 901 0216

1 Corintios 13:7 “Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”.

Escrito Por: Nelly Jácome de Pérez

Una de las características de un hogar fuerte y estable es la profundidad de las relaciones. Las familias fuertes tienen un amor sacrificial. El apóstol Pablo usó la palabra ágape, para definir el amor desinteresado. Este tipo de amor siempre busca el bien supremo en la otra persona. ¿Dónde se aprende ese tipo de amor? Hay que descubrir en el amor muy grande de Dios para nosotros y nutrirlo en las relaciones familiares. No es un producto del hombre natural, sino que es el fruto del Espíritu Santo. No se puede fabricar. Siempre tiene que venir de la presencia permanente del Señor. Expresa su amor a través de nosotros.

El amor no es una palabra de cuatro letras. Se escribe “Compromiso”. Amor ágape es algo que se hace. Dios amó al mundo cuando envió a Su Hijo, Jesucristo a esta tierra y morir por nuestros pecados en la cruz. El amor es algo que Dios hizo, Él es la esencia del amor. Esto demuestra su compromiso con un mundo perdido. Ágape exige el ejercicio de toda persona que busca el mayor bien para los suyos, incluso si a alguno le resulta difícil amar naturalmente. Este tipo de amor va a transformar su matrimonio y su familia, procurando constantemente el bien más elevado para su pareja y sus hijos, viviendo en bienestar y con la paz de Cristo en sus corazones. No es simplemente una ola de emoción, sino que es una actitud que incluye la mente y la voluntad, guiado por el Espíritu Santo, con el cual fue sellado, como posesión de Jesucristo.

Una familia sin amor no logrará superar los retos que traerá la vida. Los miembros de la familia deben estar dispuestos a pedir perdón y perdonar, a creer en la bondad y el amor de los otros y a dejar pasar esas pequeñas manías o rarezas de los demás que a veces nos agobian. El único amor perfecto es el de Dios, por tanto, llenemos nuestras vidas de Él, dejando que su amor fluya a través de nosotros y así poder ser de bendición para toda la familia.

Hemos experimentado el amor de Dios por Su misericordia, y ahora nos instruye a mostrar ese mismo tipo de amor a nuestra familia, a la comunidad cristiana, a nuestro prójimo, a nuestros compañeros de trabajo.  Nuestra recompensa no viene del hombre, sino de Dios. Incluso cuando nuestras buenas obras parecen pasar desapercibidas, Dios se da cuenta y promete recompensarnos abiertamente por ellas (Apocalipsis 22:12). Si decide demostrar el amor de Dios a todos aquellos que le rodean, no solo ellos serán bendecidos, sino que Dios verá también que usted lo será, amén.

Usamos cookies para una mejor experiencia de usuario.