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Hechos 6:7 “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”.

Escrito Por: Ericka Herrera de Avendaño.

En este versículo, vemos el poder y la expansión de la Palabra de Dios en la iglesia de Cristo. A medida que la Palabra del Señor se difundía, el número de discípulos crecía de manera significativa en Jerusalén. Este crecimiento no solo involucraba a personas comunes, sino incluso a sacerdotes que, a pesar de su posición religiosa establecida, abrazaron la fe en Jesucristo.

Este versículo nos enseña una valiosa lección sobre el crecimiento de la iglesia. En primer lugar, el crecimiento es impulsado por la Palabra de Dios. Cuando la Palabra es proclamada con fidelidad y poder, tiene el poder de transformar vidas y atraer a las personas hacia el camino de la salvación. La Palabra del Señor es viva y eficaz, y no hay límites para su alcance.

Además, el crecimiento de la iglesia está estrechamente relacionado con la obediencia y la fe. Muchos de los sacerdotes, que representaban una autoridad religiosa establecida, tuvieron la humildad y la valentía de reconocer la verdad en Jesucristo y obedecer. Este ejemplo nos anima a ser obedientes a la verdad revelada en la Palabra de Dios. La obediencia es el camino hacia la verdadera transformación y crecimiento espiritual.

La Palabra de Dios sigue siendo poderosa y efectiva. Nuestra responsabilidad como seguidores de Cristo es proclamarla fielmente y vivirla en obediencia. Debemos estar dispuestos a dejar de lado cualquier tradición, idea preconcebida o resistencia personal para abrazar plenamente la verdad de la Palabra de Dios. Oremos para que la Palabra del Señor siga creciendo y multiplicándose en nuestros días. Oremos para que el Espíritu Santo abra los corazones de aquellos que aún no han conocido a Jesús y los lleve a la fe salvadora. Oremos para que nosotros mismos seamos fieles portadores de la Palabra, comprometidos en vivir en obediencia a lo que ella nos enseña.

Que el crecimiento de la iglesia continúe mientras proclamamos la Palabra y obedecemos a la fe. Que seamos instrumentos en las manos de Dios para alcanzar a aquellos que están perdidos y necesitan conocer el amor y la gracia de Jesucristo. Que nuestras vidas sean testimonios vivientes de la transformación que solo la Palabra de Dios puede realizar, en el nombre de Jesús, amén.

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