Filipenses 2:2-3 “Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.”
Escrito Por: Ericka Herrera de Avendaño.
El apóstol Pablo nos exhorta a vivir en unidad y humildad. Estos versículos nos invitan a tener el mismo amor, a estar unidos en propósito y a considerar a los demás como superiores a nosotros mismos. La unidad es un regalo precioso que Dios nos brinda como iglesia. Cuando vivimos en unidad, nos fortalecemos mutuamente y mostramos al mundo el amor de Cristo en acción. Estar unidos en propósito implica dejar de lado nuestras diferencias y buscar la armonía y el bienestar de todos.
La humildad es el corazón de la unidad. Nos llama a reconocer que no somos superiores a los demás y a poner sus necesidades y deseos por encima de los nuestros. La humildad nos libera del orgullo y nos permite servir y amar a los demás de manera genuina y desinteresada.
En un mundo que nos anima a buscar nuestra propia gloria y a competir unos con otros, la Palabra de Dios nos llama a vivir de manera contraria. No debemos actuar por rivalidad o vanidad, sino con humildad y consideración hacia los demás. La humildad nos invita a valorar y respetar a todos, reconociendo que cada persona es especial y amada por Dios.
Hoy, reflexionemos sobre nuestra actitud hacia los demás. ¿Estamos viviendo en unidad, buscando el bienestar común y teniendo el mismo amor? ¿Estamos actuando con humildad, considerando a los demás como superiores a nosotros mismos?
Oremos para que el Espíritu Santo nos llene de amor, unidad y humildad. Oremos para que podamos amar y servir a los demás con el corazón de Cristo. Oremos para que nuestra iglesia sea un testimonio vivo de la unidad y la humildad que encontramos en Jesús. Que la unidad y la humildad sean una realidad en nuestras vidas y en nuestras relaciones con los demás. Que busquemos vivir en amor y unidad, siendo humildes y considerados unos con otros, reflejando así el carácter de Cristo en todo lo que hacemos, en el nombre de Jesús, amén.