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Hechos 2:44-45 “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.”

Escrito Por: Ericka Herrera de Avendaño.

El libro de los Hechos nos presenta una imagen poderosa de la iglesia primitiva, donde los creyentes vivían en una profunda unidad y generosidad. Como dice el pasaje, todos los que habían creído estaban juntos, compartían todo en común y se preocupaban por las necesidades de los demás. Incluso vendían sus propiedades y bienes para asegurarse de que nadie pasara necesidad. Esta actitud de compartir generosamente, en comunidad, nos enseña valiosas lecciones sobre cómo vivir nuestras vidas hoy.

La comunidad de creyentes en aquel tiempo entendió la importancia de la generosidad y la solidaridad. No veían sus posesiones como algo exclusivamente propio, sino como recursos para el bienestar de todos. No permitían que la posesión material se interpusiera en el cuidado mutuo y la provisión para los necesitados. Este modelo desafiante nos invita a considerar cómo podemos aplicar estos principios en nuestras propias vidas y comunidades de fe.

La generosidad y la preocupación por los demás no se limitan solo a nuestras posesiones materiales, sino también a nuestro tiempo, talentos y recursos espirituales. En nuestras relaciones y en nuestras congregaciones, debemos buscar activamente las necesidades de los demás y estar dispuestos a compartir lo que tenemos para bendición mutua. Al hacerlo, reflejamos el amor y el cuidado de Dios en nuestras vidas y testimoniamos su gracia a un mundo necesitado.

La generosidad también es un acto de fe y confianza en Dios como nuestro proveedor. Cuando compartimos generosamente, demostramos que nuestra confianza está en Él y no en nuestras posesiones terrenales. Confiamos en que Dios nos proveerá y nos bendecirá conforme a sus riquezas en gloria.

Hoy, le invito a reflexionar sobre cómo puede vivir una vida de generosidad y compartir en comunidad. Examine sus actitudes hacia sus recursos, tiempo y talentos. ¿Está dispuesto a compartir generosamente y a poner las necesidades de los demás por encima de las suyas? ¿Cómo puede ser una bendición tangible en la vida de aquellos que le rodean? ¿Está dispuesto a dar para la obra del Señor, en gratitud de los múltiples beneficios que Él le da?.

Oremos para que el Espíritu Santo nos transforme en personas generosas y preocupadas por los demás y la obra del Señor. Que veamos nuestras posesiones y recursos como herramientas para bendición y ayuda mutua. Que podamos vivir en comunidad, compartiendo generosamente y cuidando de las necesidades de aquellos que nos rodean. Que nuestras vidas sean un testimonio poderoso del amor y la gracia de Dios a través de nuestra generosidad y cuidado mutuo, para la obra del Señor.

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