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Hechos 4:36, 37: “entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, hijo de consolación), levita natural de Chipre, como tenía una heredad, La vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles. “

Escrito Por: Jackson Villalobos Duarte

Cuando hablamos de la obra del Señor, nos referimos a lo que hacemos para Dios y todo lo que se lleve a cabo dentro de ella, debe ser con integridad. En cuanto al sostenimiento y provisión de la iglesia, la Palabra de Dios nos enseña en el verso 36 y 37 antes mencionado, que este siervo José apodado Bernabé fue y vendió una heredad y con humildad puso el dinero de la venta a los pies de los apóstoles. 

Este siervo movido por el Espíritu Santo y por amor a la obra del Señor no escatimó en nada y con gozo entregó el precio para su crecimiento, tal y como podemos ver en el versículo 32 del mismo capítulo “y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, si no que tenían todas las cosas en común “.

Debemos analizarnos a la luz de las Sagradas Escrituras, con el conocimiento pleno de que Dios conoce las intenciones y los pensamientos del hombre, si cuando llevamos al alfolí de la casa de oración nuestros diezmos y ofrendas lo damos con integridad, o solo damos una limosna, o de lo que nos sobre.  Seamos íntegros en entregar todo lo que le pertenece a Dios, hay que tener cuidado de no ser aquellos que discuten si hay que dar o no dar diezmos y ofrendas, porque los que entran en ese conflicto, muchas veces son aquellos que en su interior les duele dar para la obra y la multiplicación de la iglesia, sin embargo, no les duele gastar en deleites y vanagloria de este mundo.  

La Palabra de Dios nos muestra que un corazón lleno del Espíritu Santo, da íntegramente como lo hizo José, y no a la manera de Ananías y Safira en el siguiente Capítulo 5 del mismo libro de Hechos, que quisieron aparentar que daban para la obra, más no fue así, sino su verdadera motivación fue ser vistos y reconocidos por los hombres, obteniendo un castigo severo, la muerte. Dios no necesitaba de su dinero, porque de Él es la tierra y su plenitud, sino porque mintieron al Espíritu Santo y no fueron íntegros en lo que estaban entregando. La palabra nos enseña que en el dar hay bendición, hay gozo, hay prosperidad material y espiritual, cuando lo hacemos con integridad. 

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