Daniel 3:17-18: “Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tu mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado.”
Escrito Por: Jackson Villalobos Duarte
En el capítulo 3 del libro de Daniel encontramos que el rey Nabucodonosor había edificado una estatua de oro, y mando a llamar a todos los líderes de su gobierno para que rindan tributo a su estatua, a la vez, al momento de que sonaran al unísono todo tipo de instrumentos musicales, todo aquel que oiga dicho sonido debe al instante postrarse y rendir adoración; por otro lado, todo aquel que no siga dicha orden sería echado a un horno de fuego. Los amigos de Daniel fueron observados como rebeldes a la orden del Rey, al no verlos postrarse ante la estatua por lo cual fueron llevados ante Nabucodonosor, el cual les refirió que debían postrarse, sino serían llevados al horno de fuego y les resalto algo muy importante, pues les dijo: “si no la adoráis, en la misma hora seréis echados en medio del horno de fuego abrasador, ¿y qué dios os podrá librar de mis manos?” (Daniel 3:15).
Ciertamente vivimos en un mundo el cual es experto en fabricar ídolos, sean ideologías, vanidades, entretenimiento, etc., y existe una incesante influencia a su adoración o sumisión dentro del cual todos aquellos que no siguen dichas corrientes de este mundo, son perseguidos, condenados y vistos de manera extraña; pero vemos una actitud determinante en la vida de Sadrac, Mesac y Abed-nego, pues ante la amenaza social ellos fueron íntegros y mostraron que ante cualquier ley terrenal, siempre prevalece lo que la ley de Dios ordena, como lo vemos claramente en Éxodo 20:4-5, donde se prohíbe radicalmente la adoración a imágenes o falsos dioses.
Ante lo leído anteriormente, meditemos un poco sobre ¿Cómo es nuestra conducta cuando tenemos la presión de hacer algo que no es correcto ante Dios?, cedemos al pecado solo por quedar bien con las personas que nos rodean o somos determinantes en decir ¡No!, al pecado. Por último, el mundo nos va a decir tal como Nabucodonosor, que si no nos adaptamos a este mundo ¿Qué dios nos va a librar?, pues bien, la palabra infalible de nuestro Dios dice: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19).