1 Samuel 12:23 “Así que, lejos sea de mí que peque yo contra Jehová cesando de rogar por vosotros; antes os instruiré en el camino bueno y recto”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
Samuel sabía que lo mejor que podía hacer por Israel era orar por ellos. Sus palabras no harían ninguna diferencia si Jehová no hacía la obra en sus corazones, y la mejor manera de promover la obra de Jehová en sus corazones era a través de la oración. Samuel podría haberse sentido herido porque el pueblo los rechazó a él y a Jehová como líderes de la nación. Podría haber estado amargado contra el pueblo y rehusarse a orar por ellos. Pero Samuel era demasiado consagrado como para caer en eso.
Muchos dirían, “prometo empezar a orar por ustedes”. Para Samuel, empezar a orar no era un problema, porque él ya estaba orando. Para él el problema era cesar de rogar. “Samuel se había arraigado tanto en el hábito de orar por el pueblo, que parece comenzar a orar ante la sola idea de poner fin a su intercesión”.
Es un pecado que un líder del pueblo de Dios deje de orar por ellos. Es el más básico de sus deberes como líder. Y si es pecado dejar de orar, ¡Cuánto más lo debe ser ni siquiera haber empezado!, puede usted imaginarlo.
La bendición de orar sin cesar no es solamente propiedad del predicador o del líder. Todos pueden compartirla. Spurgeon dijo: “Quizás nunca prediques, pero puedes orar. Si no puedes subir al púlpito, puedes inclinarte ante el propiciatorio y ser también una gran bendición”.
Que lección nos deja el día de hoy el último juez y primer profeta de Israel. Todos nosotros tenemos la responsabilidad de orar. Por las naciones, gobernantes, familias, comunidad, congregaciones, pastores, misioneros, etc., una lista interminable. Si no oramos ¿quién más orará?. Debemos orar los unos por los otros. Hay muchos que necesitan apoyo espiritual, consuelo, ánimo y solidaridad, el Señor nos ha dado este hermoso privilegio orar los unos por los otros, Maranatha ¡Cristo viene pronto!.