Mateo 4:17 “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
La última vez que el cometa Halley fue visible desde la tierra fue en 1986 y aunque no fui a verlo porque era muy pequeña y no entendía bien lo que significaba, sí recuerdo la emoción de la gente mayor por ver algo que pasa cada 76 años. Me lo perdí, tal vez para siempre, porque no volverá a mostrarse hasta 2061.
El mensaje inaugural de Jesús, corto y directo, como los que los antiguos mensajeros de los reyes repetían en las plazas para que todo el mundo escuchara en una época en que no había otros medios de comunicación, me recuerda un poco a la conmoción por el cometa Halley. “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
El cielo se acerca a la tierra. Como cuando anuncian algún cuerpo celeste que se acerca un poco a la tierra y todos empezamos a calcular los posibles efectos. El cielo, esta realidad sobrenatural desde donde Dios reina, se moviliza, se traslada, se acerca a la tierra en una persona, en el rey, Jesús. Podría haber sido una colisión. El reino de Dios chocando con la tierra y sometiéndola con sus ejércitos celestiales desde el principio. Nos lo hubiésemos merecido. Pero el reino de Dios eligió el camino de la gentileza, y se acercó, esperando reciprocidad por parte de los hombres.
Esa reciprocidad es el arrepentimiento. El reino de Dios busca una relación de amor con el ser humano. Sufre violencia, pero no la imparte sobre los que vino a buscar, ni tampoco sobre los que lo rechazan (Mateo 11:12). Envía de heraldo a su propio Rey, sabiendo lo que harían con Él. La iniciativa parte del cielo. Nosotros simplemente reaccionamos a ese amor.
Pero ahora, ¿qué haremos? Ya que hemos recibido el mensaje y lo hemos aceptado, ahora somos heraldos nosotros también, en nombre del Rey. ¿Cómo lo entregaremos? Miremos a Jesús y su mensaje de reconciliación. ‘Acérquense, porque Dios se ha acercado primero’. Acerquémonos e invitemos a que el que quiera oír el mensaje se acerque a nosotros. Démosle la bienvenida. ¡No dejemos que se lo pierda! Es una oportunidad con fecha límite, pues la venida del Señor también está cerca.