Santiago 3:6 “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno”.
Por: Ps. David Agustín Pérez Vera
La bendición del Eterno para nuestras vidas, llega como pan del Cielo, por cuanto, nos nutre y enriquece espiritualmente por medio de su Palabra. Al mirar en este día con mucha objetividad, el dicho oriental que dice: “En la vida hay tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida”, podemos manifestar que, uno es dueño de la palabra no pronunciada, pero la palabra pronunciada es nuestra dueña. En tal sentido, sino pronuncio palabra alguna, no puedo ser responsable de ella, no obstante, una vez pronunciada, dependiendo de lo dicho puede condenarme o salvarme.
Mientras Jesús estaba ante el concilio, su discípulo Pedro con su lengua lo traicionó y negó conocer al Señor. Pero en el día de Pentecostés ¿Cuál fue el instrumento que usó el Señor? Pues, fue la lengua de aquel hombre llamado Simón Pedro el apóstol, aquel que fue propenso a cometer errores, a equivocarse, torpe, y que hablaba a tropezones, quien ahora proclamaba con denuedo y poder del Espíritu Santo las buenas nuevas de salvación.
Por esto y más podemos decir que, la lengua puede ser de maldición o un instrumento de bendición para sanar. En este sentido, podemos decir que los incendios de maleza y montes carbonizan, abrasan y queman la naturaleza y constituyen una indiscutible plaga; de la misma manera, la lengua puede propagar el fuego destructor en comunidades cristianas y seculares, familias, gobiernos e incluso causar daños irreparables a una nación, ¡¡¡Muy lamentable!!!.
Amados consiervos en Cristo Jesús, hoy es tiempo de pedir al Señor fortaleza y dirección a través de su Espíritu Santo, para que tome control de nuestra vida en forma integral, que su Luz nos ilumine a fin de ser luz en este mundo, que anda en tinieblas profundas. Que el Eterno bendiga nuestros labios, para hablar con gentileza, conforme a Su Palabra, como un testimonio fiel de Su Misericordia y Amor, Shalom.