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Mateo 28:19-20 – “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

Por: Ericka Herrera de Avendaño

La gran comisión es el llamado de Cristo a la iglesia para llevar el evangelio a todas las naciones, haciendo discípulos y enseñándoles a obedecer todo lo que Él ha mandado. Este mandato no solo nos instruye sobre nuestra misión, sino que también nos asegura la presencia continua de Cristo en nuestra labor.

Cristo nos envía a ir y hacer discípulos. Esto implica salir de nuestra zona de confort, atravesar barreras culturales y geográficas, y proclamar el mensaje de salvación a todas las personas. Ir no solo significa movernos físicamente, sino también estar dispuestos a compartir nuestro testimonio y la verdad del evangelio en nuestro entorno diario.

Hacer discípulos va más allá de simplemente convertir a las personas. Significa acompañarlas en su caminar de fe, enseñándoles a vivir según los principios y mandamientos de Cristo. Es un proceso de enseñanza y mentoría que fortalece la fe de los nuevos creyentes y los equipa para llevar el evangelio a otros.

Parte integral de la gran comisión es enseñar a guardar todas las cosas que Cristo nos ha mandado. Esto incluye vivir vidas de santidad, amar a nuestro prójimo, perdonar como hemos sido perdonados y vivir en comunión con Dios. Nuestra obediencia refleja nuestro amor por Cristo y nuestra convicción en su Señorío sobre nuestras vidas.

Cristo promete estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Esta promesa nos llena de esperanza y fortaleza mientras cumplimos nuestra misión. Su presencia nos capacita, nos consuela y nos guía en cada paso del camino. Sabemos que no estamos solos en esta tarea; Él va delante de nosotros y nos sostiene en cada desafío que enfrentamos.

Amada iglesia, recordemos siempre nuestro llamado a cumplir la gran comisión con valentía y convicción. Vayamos, hagamos discípulos, enseñemos y obedezcamos, confiando en la presencia constante de Cristo que nos fortalece. Que nuestra vida y testimonio reflejen el amor y la verdad del evangelio, llevando esperanza y transformación a todo aquel que necesita conocer de Jesús.

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