Deuteronomio 28:15 “Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán”.
Por: Nelly Jácome de Pérez
Es tarea de los padres enseñar a sus hijos la regla de causa y efecto. Por razones comprensibles, los padres se concentran en corregir la mala conducta de sus hijos más que en recompensar su buena conducta. Hay causa y efecto en ambos casos, y ambos se deben enseñar por igual.
Cuando Dios les instruyó a los israelitas que debían ir y ocupar la Tierra Prometida, prometió recompensas por la obediencia y maldiciones por la desobediencia. Lo mismo es cierto para los cristianos hoy: Dios disciplina y bendice a quienes le llaman Padre. Cuando David, rey de Israel, cometió los pecados de adulterio y homicidio, experimentó las consecuencias del pecado. Pero también experimentó los resultados que siguieron a la confesión y arrepentimiento (Salmo 32:1-5). No debemos esperar que Dios se hará de la vista gorda al pecado no confesado. Si Él no responde, eso sería una señal de que no le pertenecemos (Hebreos 12:8). Si usted ha pecado, arrójese a la misericordia de Dios y busque su perdón. Tal como una maldición no viene sin causa (Proverbios 22:6), también las bendiciones son consecuencia de la confesión (1 Juan 1:9).
Padre Celestial oro a ti para que pueda ser un hijo obediente, guardando tus estatutos y mandamientos, para ponerlos por obra. Que la fe que tengo en ti produzca frutos de adoración y devoción para honrar tu nombre, en el nombre de Jesús, Amén.