Romanos 5:19 “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos”.
Por: Daniel Mora Jiménez
La obediencia de Cristo al Padre, es otra muestra de su amor para con nosotros y a la vez, es aquello por el cual nosotros somos declarados justos por medio de la fe. Imaginemos que tenemos la misma misión de Cristo, sabemos que tenemos que ir a rescatar a aquellos condenados a muerte, aquellos rebeldes que se levantaron en contra de Dios y para salvarlos debes tomar sus transgresiones, hacerlas tuyas e ir a la muerte en paga de su condena, ¿sabiendo todo esto, tú obedecerías hasta las últimas consecuencias? O ¿tratarias de cambiar las condiciones y buscar otra forma distinta a la ordenada por el Padre Celestial?.
En este texto, el apóstol Pablo nos muestra que por la desobediencia de un hombre, el cual fue puesto como cabeza federal de toda la humanidad, sufrimos la caida, constituyéndonos delante de Dios como pecadores o deudores, cayendo sobre nosotros su juicio, destituidos de la gloria de Dios, fuimos esclavizados por el pecado, sumidos en inmensa oscuridad. Más donde abundó el pecado sobreabundo la gracia y Dios demostró su amor por nosotros que entregó a su Hijo Unigénito para que tomará nuestro lugar. Él se sujetó en obediencia al Padre, humillándose hasta lo sumo, para que el día de hoy tengamos reconciliación y libre acceso ante su presencia.
En el Getsemaní, Jesús sabía que su momento había llegado, la prueba más grande de su obediencia estaba a punto de iniciar, lo sucedido en la tentación del desierto no tiene comparación con lo que le esperaba; sin embargo, Él exclamó “Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero que no sea como yo quiero, sino como tú quieras”. Su amor por nosotros es tan grande, que a pesar del dolor que estaba a punto de afrontar, el obedeció en todo, enmudeció y se entregó.