Romanos 4:24-25 “Sino también por nosotros, a quienes será contada: como los que creen en aquel que levantó de los muertos a Jesús nuestro Señor, el cual fue entregado por causa de nuestras transgresiones y resucitado para nuestra justificación”.
Por: Daniel Mora Jiménez.
En los últimos momentos que Jesús estuvo con sus discípulos, antes de ser aprehendido por las autoridades judías, compartió la cena de la pascua, tal como lo muestran los evangelios. Jesús partió el pan y dijo: “Tomad y comed esto es mi cuerpo”, luego tomo del vino y dijo: “Bebed todos de ella, porque esto es mi sangre, con la que Dios confirma la alianza, y que va a ser derramada en favor de todos para perdón de los pecados”.
Es muy importante que veamos esta escena para entender el amor de Cristo, pues Él estaba anticipando lo que estaba por suceder, no solo el evento de su crucifixión, sino un cambio de dispensación en el cual el hombre podría cambiar su status legal ante el Padre Celestial. Recordemos que antes del sacrificio de Cristo estabamos perdidos en delitos y pecados, nos encontrábamos destituidos o separados de la gloria de Dios.
En el antigüo pacto, Dios lo había celebrado exclusivamente con el pueblo de Israel, siendo necesario que para el perdón de sus pecados necesiten un sistema sacrificial con el cual se cubrían sus faltas ante Dios cada año, pero esto no era suficiente, porque el sacrificio de corderos no podía cumplir con la compensación de la transgresión del hombre. Hubo un cordero, que sí cumplió con estas exigencias, Jesús vino a la tierra a dar su vida de manera voluntaria, pero para esto vino en representación de la humanidad y tomó forma de hombre y cada gota de su sangre derramada en la cruz, fue suficiente para pagar la pena impuesta contra la humanidad por una solo vez y para siempre.
Pero lo hermoso de este nuevo pacto es que toda esa obediencia que tuvo Cristo se nos fue imputada a nosotros y Él tomó nuestras culpas, nuestro pecado y nuestra condena, a fin de que nosotros al presentarnos delante del Padre seamos vistos como justos, ya no hay condena, ahora somos justificados por causa del amor de Cristo.