Filipenses 2:3 “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”.
Por: Xavier Yánez Cando
El Apóstol Pablo, escribe la carta a los Filipenses para animarlos a vivir en unidad y armonía. En este versículo, les insta a dejar de lado el egoísmo y la arrogancia, y a cultivar la humildad y la consideración hacia los demás.
Este versículo nos desafía a examinar nuestras motivaciones y actitudes. ¿Estamos buscando reconocimiento y alabanza, o estamos sirviendo a los demás con humildad y desinterés? Pablo nos recuerda que la verdadera grandeza se encuentra en la humildad, no en la arrogancia.
La humildad no es una falsa modestia, sino una actitud genuina de reconocimiento de nuestra dependencia de Dios y de nuestra necesidad de los demás, también nos lleva a valorar a los demás, a reconocer sus dones y talentos, y a poner sus necesidades por encima de las nuestras, además nos permite construir relaciones sanas y armoniosas, basadas en el respeto mutuo y la colaboración.
Preguntémonos: ¿Cuáles son mis motivaciones al realizar mis actividades diarias? ¿Estoy buscando reconocimiento o sirviendo con humildad? ¿Cómo estoy tratando a los demás? ¿Estoy valorando sus opiniones y necesidades?. Que Dios nos dé un corazón humilde para servir con amor a nuestro prójimo y a nuestros hermanos de la iglesia.