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1 Juan 4:20 – “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”

Por: Xavier Yánez Cando

Juan, el Apóstol del amor, está escribiendo para recordar a los creyentes la importancia del amor genuino. En este versículo, nos presenta una verdad innegable: El amor por Dios se demuestra, a través del amor hacia los demás.

Este versículo nos confronta con la realidad de que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. No podemos afirmar que amamos a Dios, si abrigamos odio o resentimiento a nuestro hermano. El amor verdadero se manifiesta en acciones concretas hacia aquellos que nos rodean.

Nuestro amor por Dios debe ser auténtico, no hipócrita, debe reflejarse en la forma en que tratamos a los demás, especialmente a aquellos que son diferentes o difíciles de amar. El amor cristiano no se limita a palabras o sentimientos, se traduce en acciones concretas de servicio, perdón y compasión hacia nuestros hermanos.

El amor a Dios y el amor al prójimo están intrínsecamente conectados. No podemos decir que amamos a Dios, si odiamos a nuestro hermano, como iglesia debemos demostrar el amor al prójimo.

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