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Mateo 3:8 “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento”.

Por: Dayse Villegas Zambrano

En nuestro país, gran productor de frutas, parte de la cosecha se va para exportación. Esas frutas tienen que cumplir con altos estándares de calidad, de lo contrario, son rechazadas y se quedan aquí, para venderse en el mercado local o para convertirse en otros productos. 

¿Por qué los rechazan? Tienen que cumplir con normas específicas de tamaño, forma, color y calidad. No tener defectos ni ser sospechosas de estar contaminadas. Por eso existe fruta de exportación y fruta de rechazo. 

Juan el Bautista, un hombre que tenía algo que podríamos llamar muy altos estándares de la calidad moral de una persona, y que estaba haciendo una labor de enderezamiento y rectificación a toda prisa antes del inicio del ministerio de Jesús, empleaba como método la predicación, el arrepentimiento y el bautismo de confesión de pecados. 

Pero al ver que un grupo se acercaba al bautismo sin haber aceptado su predicación y sin haber procedido al arrepentimiento, estalló en ira, en unas célebres palabras: vio que ellos estaban tratando de huir del castigo como una víbora que huye del fuego, astuta y casi invisible.

No es casualidad que Juan también use la figura del árbol. “Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”. El cambio en nuestras vidas tiene que ser evidente y comprobable, nuestro fruto tiene que ser digno de alguien que ha sido transformado, nuestro fruto tiene que ser bueno, si es que el Señor está en nosotros. Nuestro fruto es examinado por una mirada a la que nada se le escapa. ¿Estamos dando ese fruto?.

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