Santiago 4:6-7 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.
Por: Dayse Villegas Zambrano
Cuando no tenemos las fuerzas suficientes, nos toca huir de los peligros. Esto es sabio y aconsejable. Muchas veces la Biblia aconseja huir ante situaciones para las cuales no estamos preparados, no hay nada vergonzoso en reconocer nuestras debilidades y salir corriendo para no caer por ellas.
Pero con el tiempo un creyente irá creciendo en fortaleza y resistencia. ¿De qué manera lo logrará? Con una virtud que no apreciamos lo suficiente: la humildad.
Santiago nos muestra que la resistencia y la fortaleza provienen de un espíritu de humildad y sometimiento a Dios. José primero tuvo que huir de la esposa de Potifar, en ese momento un enemigo demasiado grande para él. Salvó así su vida. Su mansedumbre le procuró gracia donde quiera que fuera. Pero también le dio fortaleza. Cuando se enfrentó a la hambruna en Egipto, fue el hombre que tomó las decisiones difíciles. Cuando se enfrentó a sus hermanos después de años de dolor y separación, fue el hombre que supo perdonar y restaurar.
En su juventud, David huyó de Saúl y de cada situación que se le presentó en la que pudo hacerle daño al rey. Su sometimiento a Dios produjo en él una fortaleza que hizo huir a los enemigos que enfrentó en el campo de batalla. Lo hizo un rey temible.
Los primeros cristianos huyeron durante la persecución y esperaron en Dios, y fueron fortalecidos de manera que llevaron el testimonio de Jesús por Asia, África y Europa.
Reconocer nuestras debilidades, huir del peligro y ser humildes es un ejercicio que nos llena de fortaleza, pues hay algo que el enemigo no puede enfrentar, y es un corazón sometido a Dios. Es algo que no puede entender, que le es desconocido. La soberbia no puede ofrecernos nada bueno. Enferma, destruye y debilita. Pero el que se humilla será enaltecido (Santiago 4:10).