Santiago 5:7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.
Por: Dayse Villegas Zambrano
¿Tendremos recompensa de nuestra labor? En esta vida es difícil asegurar eso. Uno tiene que trabajar tres décadas o llegar a ser adulto mayor o discapacitado para pensar en jubilarse. Dependiendo de su país recibirá una pensión más o menos buena o empezará una larga lucha para que se cumplan sus derechos. La verdad, muy pocos miran la jubilación como una etapa de júbilo.
Pero el creyente debe tener paciencia, él y ella no están aguardando una mera pensión para comida y medicinas, sino la venida del Señor, la preciosa cosecha que hemos esperando con paciencia. Hay un himno que se llama La mañana gloriosa que describe muy bien nuestras expectativas, y una de sus líneas dice: “No habrá necesidad”.
El régimen del Espíritu, el nuevo reino, es un sitio en el que no hay necesidad, porque todo está cubierto por la presencia de Dios. Apocalipsis 21 lo describe como un lugar donde no hay necesidad ni siquiera de aquellas cosas que aquí consideramos muy espirituales.
No hay templo, porque allí está Dios. No necesitaremos una casa simbólica porque habremos llegado a nuestro hogar.
No hay sol ni luna, porque la gloria de Dios la ilumina.
No hay necesidad de cerrar la puerta, porque no hay nada que temer.
Y por lo visto no hay servicio de limpieza, de seguridad, penitenciario o de control sanitario, porque no hay nada que la pueda contaminar.
Vale la pena esperar esa recompensa. Tenga paciencia. Un viajero revisa con deleite la guía del sitio al que desea ir, soñando con sus vacaciones. Usted, que va al cielo, ¿por qué no aprovecha hoy para aprender más sobre la ciudad a la que va?