Apocalipsis 2:26-28 Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre; y le daré la estrella de la mañana.
Escrito Por Dayse Villegas Zambrano
Sigamos buscando juntos señales de crecimiento de la iglesia: su amor, su fe, su servicio y su paciencia, y el crecimiento sostenido de sus obras. Note que ninguna de esas cosas puede medirse con los sistemas que usamos en este mundo, pero todas son evidentes a los ojos espirituales, al Hijo de Dios, “el que tiene ojos como llama de fuego,el que escudriña la mente y el corazón” (Ap. 2: 18 y 23).
La iglesia está todo el tiempo sometida a un examen de imagen por parte del Señor Jesús. Él mira hasta lo más profundo de nuestros corazones y ve lo que hacemos pero también lo que somos. En Tiatira, él vio más allá. Vio un impedimento para el crecimiento de esa iglesia amorosa, fiel y trabajadora.
Eran, dice Jesús, “unas pocas cosas”. Nada más que la tolerancia a una falsa profetisa que enseñaba contra las prohibiciones básicas que los apóstoles habían esbozado para la iglesia (Hechos 15:20). A este personaje Jesús le había dado tiempo para que se arrepienta, pero tal vez la complacencia de la iglesia la había convencido de que no era necesario. Quien quiera que fuese, el Señor afirma que podría haberse arrepentido, pero ella no quiso, porque en vez de hacerle resistencia, algunos prefirieron entretenerse con ella.
De vez en cuando suenan en la iglesia corrientes que dicen que tal vez las prohibiciones y mandamientos eran necesarios en los primeros siglos, pero ya no. Que eran parte de una cultura que nosotros no tenemos. O que eran medidas necesarias para otros tiempos, no para estos. O que son malas interpretaciones nuestras, y que el texto en realidad no quiere decir lo que a todas luces dice. Y puede ser tentador entretenerse con la idea de que no solo nos es lícito, sino que también nos conviene.
Pero Jesús no deja lugar para malentendidos. “Os daré a cada uno según vuestras obras”. Si usted ha sido expuesto a la tentación de una doctrina extraña, recuerde que sus pensamientos están bajo escrutinio. Y si tiene a su disposición una doctrina pura, la recomendación es: “Retenlo hasta que yo venga”.