Romanos 14:8 “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”.
Escrito Por: Dayse Villegas Zambrano
En este capítulo, el apóstol Pablo parece habernos dejado un muy útil ‘Manual de cosas por las cuales no atribularnos’. Y allí puso todas nuestras pequeñas diferencias de criterio. Para darnos un poco de perspectiva, puso sobre la mesa los dos grandes acontecimientos humanos, la vida y la muerte. Y básicamente, dijo, el cristiano sale ganando con cualquiera de las dos, porque en la vida y en la muerte, somos del Señor.
Si nos detenemos a saborear esta afirmación y cómo eso nos hace igualmente bendecidos a todos, nos quitaremos un gran peso de encima, hermanos. Porque a veces nuestras diferencias de opinión nos pueden hacer tambalear. ¿Soy yo el que está equivocado o es mi hermano el que no quiere entender? Y a veces por cosas tan sencillas como:
- Lo que se debe comer o lo que no se debe comer. Jesús fue muy claro en este punto. “Escuchen—les dijo—, y traten de entender. Lo que entra por la boca no es lo que los contamina; ustedes se contaminan por las palabras que salen de la boca” (Mateo 15:10-11). Si la comida nos da ocasión para pelear, Dios no juzgará los alimentos, sino nuestra conducta.
- Qué días celebrar o qué días no celebrar. Pablo, que solía ser muy severo en cuestiones de conducta, apuntó: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:16-17).
No peleemos por sombras. Peleemos, sí, por el cuerpo de Cristo. No contra él. Defendámoslo, alimentémoslo, cubrámoslo. Levantémoslo, consolémoslo, exhortémoslo. Para que en la vida y en la muerte podamos decir con unanimidad: “Sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos”.