Hebreos 12:3 “Considerar a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”.
Por: Dayse Villegas Zambrano
La fidelidad puede sentirse cansada, pero nunca se dará por vencida. Es natural sentir cansancio en el servicio, físico y anímico. No somos nosotros más que Jesús, quien también lo experimentó. Sin embargo, él no desmayó ni retrocedió, ni siquiera ante la cruz. Menospreció el oprobio que tenía delante de sí, porque miró más allá, al gozo de sentarse a la diestra del trono de Dios (Hebreos 12:2).
Cansarse es natural, pero que desmayemos o perseveremos depende de dónde tenemos puestos nuestros ojos. Ponga sus ojos en Jesús. Despójese de todo peso y del pecado que lo asedia. Corra con paciencia la carrera que tiene por delante. En su lucha contra el pecado, Jesús resistió hasta derramar su sangre.
Déjese disciplinar por Dios. No se preocupe ni tenga miedo, creyendo que le caerá todo el peso del castigo. Este recayó sobre Jesús, y él lo recibió sin quejarse. Dios no olvida eso, ni tampoco es injusto ni cruel con sus hijos. La disciplina de Dios es diferente de la humana. Es provechosa y nos permite participar de su santidad, no de su ira (Hebreos 12:10).
Tome la disciplina de Dios como un entrenamiento, no como un castigo o un desquite. Cambie su tristeza por gozo (Hebreos 12:11). Manténgase fiel. Y disfrute del fruto apacible de justicia.